22 mayo, 2009

La leyenda de la ciudad sumergida de Ys (I). El origen de la ciudad


Cuenta una leyenda celta que, en las gélidas aguas del Mar del Norte, existió una mítica ciudad que recibía el nombre de Ys. De ella se dice que era la ciudad más bella que contemplaron los hombres.

La tradición bretona la da el nombre de Ker-Ys que significa “Fortaleza de las Profundidades”. Dentro de la tradición celta existen diversas referencias a ciudades sumergidas como, por ejemplo, la ciudad galesa de Cantre’r Gwaelod, y en el caso de Cornualles, la ciudad de Lyonesse; aunque, sin duda, la más famosa es la que hace referencia a Ys. Hay quien a querido ver similitudes entre Ys y la Atlántida, aunque eso es discutible.

La versión más extendida de la leyenda sitúa a Ys en la Bahía de Duarnenez, en la costa de Bretaña.

Gradlon era un rey originario de Cornualles. Poseía una enorme flota de barcos de guerra que asolaban las aguas entre Kernow y el frío Norte, y causaban el terror entre sus enemigos. Gradlon era un gran estratega militar y un magnifico marino, que, unido a su enorme poderío naval, provocó que consiguiera una inmensa riqueza como consecuencia de los saqueos a los que sometía a sus enemigos.

Tras muchos años de guerras, sus hombres, cansados de esta vida, se rebelaron contra Gradlon. Grandlon dirigía el asalto a una fortaleza del Norte, muchos de sus hombres habían muerto de frío a causa del invierno crudísimo que se vivió ese año. Los supervivientes decidieron acabar con aquella situación y regresar a su casa, y encontrarse con sus esposas, ver crecer a sus hijos y vivir en paz. Así que abandonaron a su rey.

Gradlon se encontró totalmente sólo en aquella inhóspita tierra. Estaba abatido porque, tras innumerables batallas, se encontraba derrotado y no por haber sido vencido por sus enemigos, se sentía hundido y apesadumbrado.

Encontrándose en este estado, Gradlon notó una presencia cerca de él, fluyendo por su cuerpo como un torrente de sensaciones que jamás había sentido antes. Alzó la cabeza y vio frente a él a una hermosa mujer.

Aquella mujer era Malgven, la Reina del Norte, soberana de las tierras hiperbóreas. Ella era tan pálida como la luz de la luna. Sobre su pecho lucía un hermoso collar de plata que brillaba con la luz de las estrellas del Norte. Sus delicados rasgos estaban enmarcados en la nube que formaba a su alrededor su hermosa cabellera rojiza.

Malgven extendió su mano e instó que Gradlon a levantarse, y entonces le ofreció un trato:

Se de ti, Gradlon, que eres valiente y habilidoso en la batalla, joven y vigoroso, a diferencia de mi esposo, que es viejo y decrépito. Su espada está oxidada y en desuso. Ven conmigo, juntos podríamos acabar con él y yo regresaría a tu tierra de Kernow como tu esposa.”

Gradlon, que se había enamorado perdidamente de ella en el mismo instante en el que la vio, aceptó el trato.

De esta forma, los dos juntos asesinaron al anciano rey del Norte, llenaron de oro un único cofre y emprendieron el regreso a Kernow. Como Gradlon había perdido todos sus barcos en la deserción de sus hombres, emplearon el corcel de batalla de Malgven, llamado Morvarc’h (que significa “Caballo de Mar”).

De Morvarc’h se dice que era negro como la noche y que de sus ollares salía fuego con cada inspiración.

En cuanto montaron en él, surcó veloz como el viento las espumantes crestas de las olas, por lo que en poco tiempo alcanzaron a los hombres de Gradlon.

Gradlon se hizo a cargo de la nave insignia y navegó primero hacia el Este y luego hacia el Sureste, hacia los mares que rodeaban la Isla Brumosa. Entonces una gran tormenta se convirtió en una violenta tempestad que alejó a los barcos de cualquier punto conocido, hacia el Noroeste, a reinos y lugares desconocidos.

Estuvieron un año entero en la mar antes de que pudieran encontrar el camino que les había de llevar de regreso a Kernow.

Durante ese año, Malgven y Galdron tuvieron una hija a la que se llamó Dahut. Eso hizo muy feliz a la pareja, pero, al poco de dar a luz a su hija, Malgven enfermó y murió.

Gradlon quedó desolado por la pérdida de su amada, por lo que, a su regreso a Kernow, se encerró en su castillo con la intención de no volver a salir nunca más de él, roto por el dolor.
Pasaron los años y su hija creció y se transformó en una preciosa joven de largos bucles dorados con los que solía jugar habitualmente. Dahut, que al igual que su madre estaba muy unida al mar, decidió presentarse ante su padre y pedirle que construyera una ciudadela en el mar.

En el próximo artículo hablaremos de la construcción, florecimiento y caída de la ciudad.

Espero que os haya gustado

6 comentarios:

Toni Teror dijo...

Me ha encantado la historia, muy buena ^_^

loli-laura dijo...

hola que interesante espero la siguiente

natalia dijo...

hola ,muy interesante

loli-laura dijo...

hola que tal

natalia dijo...

hola

loli-laura dijo...

hoolaaa